jueves, 19 de diciembre de 2013

“Porque me han tocado en pecado. Díganles que se confiesen”.

Ahora que se acerca el gran día de la Navidad creo conveniente que leamos la siguiente anécdota que nos cuenta Marija y que hagamos caso a María, nuestra Madre, y acudamos al sacramento de la confesión para que el Niñito nos encuentre con el corazón limpio.

El 2 de agosto de 1981, los videntes narran la siguiente anécdota que nos hará reconocer cuán grave es el pecado ante Dios y la necesidad que todos tenemos de confesarnos frecuentemente:

Marija
La Virgen se le apareció a la vidente Marija Pavlovic en su habitación y le dijo: “Vayan todos juntos a la llanura de Gumno, pues, se está llevando a cabo una gran batalla, una batalla entre mi Hijo y Satanás; la puesta en juego son las almas”.

Ese día, siguieron a los videntes unas cuarenta personas a la llanura indicada, a unos 200 metros de la casa de Vicka. Antes de que la Virgen apareciera, algunos fieles dijeron a los videntes: “ya que no podemos verla, pregúntenle si la podemos tocar.” Cuando la Virgen apareció le remitieron la inquietud y contestó”: “Siempre hay incrédulos. Díganles que me pueden tocar.”

 Entonces, los muchachos alargaron la mano de cada uno de ellos, hacia el sitio donde veían suspendida la aparición. Cuando ésta terminó la mayoría afirmó “haber sentido algo extraño al tocar los vestidos de la Virgen”. Unos, una especie de corriente, otros, un calor o algo parecido a una tela de vestir.

Los videntes se retiraron mientras Marija Pavlovic permanecía llorando sentada en una piedra. Cuando le preguntaron: “¿por qué lloraba?” Respondió: “Porque ustedes han manchado el vestido de la Virgen. Mientras ponían las manos sobre sus vestidos, vimos aparecer unas manchas negras. Le preguntamos “¿por qué aparecen esas manchas?” y nos dijo: “Porque me han tocado en pecado. Díganles que se confiesen”.

Entonces, todos se fueron a confesar. Algunos llevaban muchos años sin hacerlo. Para la Virgen, era obvio, más importante que tocarla a Ella era la Confesión. La batalla en curso que se libraba era que el demonio hacía ver a muchos que no era necesario confesarse. Sin embargo, Cristo venció valiéndose de la curiosidad humana a través de María.

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