Ahora que se acerca el gran día de la Navidad creo conveniente que leamos la siguiente anécdota que nos cuenta Marija y que hagamos caso a María, nuestra Madre, y acudamos al sacramento de la confesión para que el Niñito nos encuentre con el corazón limpio.
El 2 de agosto de 1981, los videntes narran la siguiente anécdota que
nos hará reconocer cuán grave es el pecado ante Dios y la necesidad que
todos tenemos de confesarnos frecuentemente:
La Virgen se le apareció a la vidente Marija Pavlovic en su habitación y le dijo:
“Vayan todos juntos a la llanura de Gumno, pues, se está llevando a
cabo una gran batalla, una batalla entre mi Hijo y Satanás; la puesta en
juego son las almas”.
Ese día, siguieron a los videntes unas cuarenta personas a la llanura
indicada, a unos 200 metros de la casa de Vicka. Antes de que la Virgen
apareciera, algunos fieles dijeron a los videntes: “ya que no podemos
verla, pregúntenle si la podemos tocar.” Cuando la Virgen apareció le
remitieron la inquietud y contestó”: “Siempre hay incrédulos. Díganles que me pueden tocar.”
Entonces, los muchachos alargaron la mano de cada uno de ellos, hacia
el sitio donde veían suspendida la aparición. Cuando ésta terminó la
mayoría afirmó “haber sentido algo extraño al tocar los vestidos de la
Virgen”. Unos, una especie de corriente, otros, un calor o algo parecido
a una tela de vestir.
Los videntes se retiraron mientras Marija Pavlovic permanecía
llorando sentada en una piedra. Cuando le preguntaron: “¿por qué
lloraba?” Respondió: “Porque ustedes han manchado el vestido de la
Virgen. Mientras ponían las manos sobre sus vestidos, vimos aparecer
unas manchas negras. Le preguntamos “¿por qué aparecen esas manchas?” y
nos dijo: “Porque me han tocado en pecado. Díganles que se confiesen”.
Entonces, todos se fueron a confesar. Algunos llevaban muchos años
sin hacerlo. Para la Virgen, era obvio, más importante que tocarla a
Ella era la Confesión. La batalla en curso que se libraba era que el
demonio hacía ver a muchos que no era necesario confesarse. Sin embargo,
Cristo venció valiéndose de la curiosidad humana a través de María.
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