Extracto de la enseñanza de los ejercicios espirituales para sacerdotes en Ars 2009. Cardenal Christoph Schönborn, el arzobispo de Viena
Experiencia personal
Cuando
en 1963, siendo todavía un jovencito de dieciocho años, entré en la
orden dominica, fui testigo de la venida de la crisis post-conciliar.
Pasó por encima como un tsunami. Una de las primeras consecuencias fue
poner radicalmente bajo interrogante la oración. Lo único que merecía la
pena era actuar. Se consideraba que las estructuras de la Iglesia y de
la sociedad eran injustas y desfasadas, y que había que cambiarlas con
el fin de renovar la Iglesia y la sociedad.
Era muy joven y entonces y tomaba demasiado al pie de la letra lo que
nos decían sobre la oración. La oración se nos presentaba como tarea,
como el yugo que había que llevar juntamente, lo que en nosotros, los
religiosos jóvenes, no producía un efecto de ánimo. Entonces cayó el
yugo de las largas horas del rezo del breviario, y especialmente el yugo
de la oración personal, que viví en un primer momento como una especie
de liberación. Pero gradualmente empecé a notar cómo todo iba
cubriéndose de una sombra gris. La vida religiosa perdió su sabor, se
iba volviendo cada vez más pálida. Después de un año de abstinencia de
oración, empecé a pensar en abandonar la vida religiosa…
Les estoy contando mi experiencia personal porque la considero el
drama de muchos de mi generación. Allá donde se haya abandonado la vida
de oración, la vida religiosa ha perdido su sabor. La crisis de los años
post-conciliares ha pasado, pero el peligro de perder el deseo de Dios
por el descuido de la oración es real hoy día también. La lucha por la
oración es la lucha por la vida. ¿Cómo sería la vida sacerdotal sin la
oración?
Tiempo para la oración
Tuvimos un privilegio increíble al conocer a Juan Pablo II, que era una verdadera roca de oración. Que interceda por todos nosotros para que, aquí en Ars, despierte en nosotros el anhelo de la oración, el sabor de la alegría por medio de la oración y la perseverancia en la oración.
Tuvimos un privilegio increíble al conocer a Juan Pablo II, que era una verdadera roca de oración. Que interceda por todos nosotros para que, aquí en Ars, despierte en nosotros el anhelo de la oración, el sabor de la alegría por medio de la oración y la perseverancia en la oración.
Estoy convencido de que la lucha por la oración es la lucha más
importante en la vida del cristiano, y sobretodo en la vida del
sacerdote. Esta, primeramente, es la lucha por encontrar tiempo para la
oración. “Renuncia a todo menos a la oración”, decía Santa Teresa de
Ávila. La lucha por encontrar el tiempo para la oración es, a menudo, el
reto diario. No les lo voy a describir; más bien los voy a invitar a
que sean sinceros con ustedes mismos. Mientras que nuestra agenda
cotidiana está llena de quehaceres y obligaciones, no nos queda tiempo
para la oración; pero si lo examinamos más detalladamente, nos daremos
cuenta de que gastamos mucho tiempo, o mejor dicho perdemos, en cosas
innecesarias, o incluso en cosas perjudiciales.
El tiempo perdido
Digamos algunas palabras sobre los medios: televisión, ordenadores e internet son unos inventos excepcionales si se usan bien. Sin el ordenador ya no se puede vivir. El internet se ha convertido en un instrumento de trabajo, el medio de proclamación, evangelización, parte de la vida eclesial y social; pero seamos sinceros y reconozcamos que también hay abusos…
Digamos algunas palabras sobre los medios: televisión, ordenadores e internet son unos inventos excepcionales si se usan bien. Sin el ordenador ya no se puede vivir. El internet se ha convertido en un instrumento de trabajo, el medio de proclamación, evangelización, parte de la vida eclesial y social; pero seamos sinceros y reconozcamos que también hay abusos…
No tan rara vez sucede que hay quien tiene acceso a cientos de
canales vía satélite. Si salta de uno a otro pronto se dará cuenta de
que ante la pantalla las horas pasan imperceptiblemente, y muy pocas
veces se saca provecho de ello. Lo más probable es que hayamos sentido
un vacío indeterminado y una sensación de haber malgastado el precioso
don del tiempo que se ha ido para no volver más. Si hubiésemos pasado
solo una parte de ese tiempo ante el Sagrario, veríamos más claramente
el mundo a nuestro alrededor y seríamos más felices.
Con respecto al internet, es un arma excepcional para nuestro tiempo,
pero a la vez una verdadera trampa. ¡Cuántas gracias perdemos por las
tentaciones con las que nos topamos en internet! Nunca como ahora la
sociedad ha estado expuesta a la presencia de la pornografía. Dado que
el acceso es fácil, incluso demasiado fácil, el hombre debe tomar las
medidas de precaución adecuadas para cuidar de la salud de su espíritu y
de su alma. Se pueden instalar los protectores electrónicos que impiden
la aparición de las páginas con contenidos pornográficos o violentos.
Cada vez se ofrece mayor número de programas de autoayuda o ayuda
interpersonal contra el abuso de internet.
Orar unidos
Volvamos a la oración. Una cosa es cierta: necesitamos más hermandad entre los sacerdotes. Reconozco que la pérdida de la comunión con mis hermanos dominicos con los que todos los días rezaba, significó para mí una importante dificultad al hacerme obispo. ¡Cuán importante es la comunión real, diaria y regular en la oración! Considero que uno de los mayores retos para nosotros, los sacerdotes del siglo XXI, es la siguiente pregunta: ¿acaso encontraremos el camino hasta las reales y exigentes formas de vida comunitaria que nos ayudan a todos? “¡Oh, qué bueno, qué dulce habitar los hermanos todos unidos!” (Sal 133, 1)
Volvamos a la oración. Una cosa es cierta: necesitamos más hermandad entre los sacerdotes. Reconozco que la pérdida de la comunión con mis hermanos dominicos con los que todos los días rezaba, significó para mí una importante dificultad al hacerme obispo. ¡Cuán importante es la comunión real, diaria y regular en la oración! Considero que uno de los mayores retos para nosotros, los sacerdotes del siglo XXI, es la siguiente pregunta: ¿acaso encontraremos el camino hasta las reales y exigentes formas de vida comunitaria que nos ayudan a todos? “¡Oh, qué bueno, qué dulce habitar los hermanos todos unidos!” (Sal 133, 1)
Orar ante el sagrario
En esta lucha por la oración, hay que pensar en el lugar de oración. No cabe duda de que se puede rezar en cualquier sitio, es más, el Señor nos invita a la oración continua. Pero existen lugares privilegiados. El cura de Ars oraba ante el sagrario. “¡Ahí esta!”, solía decir en las clases de religión indicando el sagrario. Que impresión les causaba a los parroquianos de Ars el ver a su párroco ante el sagrario…
En esta lucha por la oración, hay que pensar en el lugar de oración. No cabe duda de que se puede rezar en cualquier sitio, es más, el Señor nos invita a la oración continua. Pero existen lugares privilegiados. El cura de Ars oraba ante el sagrario. “¡Ahí esta!”, solía decir en las clases de religión indicando el sagrario. Que impresión les causaba a los parroquianos de Ars el ver a su párroco ante el sagrario…
La mayoría de nosotros somos unos privilegiados y tenemos acceso al
sagrario. Deberíamos tomar eso como una llamada y aprovechar la
posibilidad que tenemos. En nuestros países occidentales muchos ya no
van a la misa del domingo, pero vienen a la iglesia a rezar o encender
una vela ante la imagen de la Madre de Dios. A nadie le va a perjudicar
si nos encuentra a nosotros, los sacerdotes, in flagranti en oración
ante el sagrario…
Fuente: Glasnik Mira, nº12
Traducción: Filka Mihalj
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