sábado, 1 de junio de 2013

Sor Emmanuel: Jesús, mi mejor amigo (2)

Sor EmmanuelEsa tarde, le entregué mi vida a Dios:

Señor, hoy mi plan era morir. Pero tú has tomado sobre ti mi muerte y me has dado tu vida. Entonces Señor, esta vida que me queda por vivir sobre la tierra, es enteramente tuya. ¡Tómala!

Durante la Misa, ¡reía de alegría! Al final, el animador del grupo pro­puso que algunos avanzaran para recibir la efusión del Espíritu Santo. Un pequeño grupito imponía las manos y oraba por cada uno en particular. No podía dejar de repetirle a Jesús que mi vida era suya y, bajo las manos bendecidoras de estos maravillosos hermanos, abrí mi corazón al Espíritu Santo. Me tocó entonces en un punto neurálgico, el de mi ceguera espiritual, y recibí una luz penetrante, clara como el cristal: la voluntad de Dios es vida, mi propia voluntad puede generar la muerte. ¡Era clarísimo, irre­batible!

Si anteriormente desconfiaba de la voluntad de Dios y me mantenía a distancia como si se tratara de una avalancha de desgracias, en ese momento era todo lo opuesto, la amaba, la buscaba con todo mi ser ¡porque era vida! Esa noche se apoderó de mí un temor, el temor de no hacer la voluntad de Dios. El Espíritu Santo me había hecho acceder a sus teso­ros, a sus siete dones, en particular al denominado “temor de Dios”. ¡Temor de disgustar a quien uno ama!

Esa noche, dormí como bebé recién nacido sobre el corazón de su madre, y a partir de la mañana siguiente una vida totalmente nueva comenzó para mí. ¡Estaba tan feliz que saltaba de alegría en el asiento de mi ciclomotor aun en pleno París! Jesús se había convertido en mi mejor amigo, lo consultaba en todo momento, ante la menor decisión a tomar y él me guiaba.

UNA BUENA LIMPIEZA INTERIOR
Iba a menudo a casa de Andrée T. que ejercía en aquel entonces un minis­terio de liberación y de evangelización en ciertos barrios pobres de París, especialmente entre las prostitutas. Junto con Paul, su marido, pertenecía a una asamblea pentecostal muy activa, y a ambos les gustaba venir a des­lizarse en medio de los católicos con el verdadero propósito de “unidad en Cristo”. Vivían en un hogar muy pobre. Andrée apenas conseguía moverse en la cocina. Pero para mí, ¡era mi pequeño rincón del Paraíso! Conocía tan bien su Biblia, que en cada situación evocaba un versículo: “Cristo ha dicho… , Pablo ha dicho … , Moisés ha dicho … ” y nos sacaba sus hilachitas de luz a chorro continuo. Nutría entonces mi alma y mi corazón con ese fuego y yo salía de allí con tanta alegría como para levantar montañas.

Muy pronto después de mi ´liberación´ ella me explicó -a su mane­ra- lo que realmente debía haberme ocurrido con ese astrólogo en la India, pues sus conocimientos me habían sorprendido. ¿Cómo había podi­do leer mi vida pasada sobre un viejo libro? ¿Cómo podía haber tenido el libro de mi vida en su biblioteca?

-Te dejaste engañar por el Enemigo -me dijo Andrée-. Te mintió todo el tiempo y ¡tú no lo podías comprender porque no conoces bien la Palabra de Dios! ¡Sin embargo, Dios ha advertido a su pueblo sobre esto!
Entonces me hizo comprender el famoso capítulo 18 del Deuterono­mio sobre los profetas que yo leía por primera vez en mi vida católica (jamás lo he oído citar en una Iglesia).
Nota Sor Emmanuelle-¡Cuántos jóvenes van a ver adivinos, astrólogos y se vuelven obse­sivos, depresivos, suicidas! El libro que tenía era tan sólo un soporte a su adivinación. Recibía la información de Satanás y simulaba leer. ¡No me digas que te vas a tragar que un hindú haya escrito tu vida en sánscrito hace más de 1.000 años! Pero Satanás conoce tu pasado, él también es un ángel (caído). No conoce tu futuro, pero es inteligente y puede suponer algunas cosas en función de tu pasado y de tu presente. Lo que te dijo es mentira. Su palabra es una palabra de muerte que conduce a la muerte. Su plan con­sistía en matarte por dentro… Alaba el santo nombre de Jesús y ponte bajo su preciosa sangre. El Enemigo huirá.

Con Andrée, mis descubrimientos sobre el poder de Cristo y sobre la demonología eran en cierta manera empíricos. Leía el Evangelio y la vida de los santos de una manera completamente nueva, pues ahora podía tocar y reconocer estas realidades en mi vida cotidiana. Jesús era ahora alguien vivo!

Desde el día siguiente de mi liberación, hablé con Andrée y Paul sobre mi hermano Bruno quien, también él, sufría angustias mortales como consecuencia de muchas tonterías y extravíos de parte suya…
Fuimos alcanzados por la misericordia. Habiendo gustado del fruto amargo de las tinieblas, habiendo maldecido el día de nuestro nacimiento y rozado la muerte de cerca, hoy damos gracias a aquel que, derramando su Sangre en la Cruz nos hizo pasar de la muerte a la vida. 

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Y Sor Emmanuel sigue recorriendo el mundo para hablar de Dios y de la Virgen. Ella es un milagro viviente, ya que encontró la Vida, cuando pensaba que ya no valía la pena seguir viviendo. La seguiremos teniendo en cuenta.

Autor: Juan García Inza


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