Señor,
hoy mi plan era morir. Pero tú has tomado sobre ti mi muerte y me has
dado tu vida. Entonces Señor, esta vida que me queda por vivir sobre la
tierra, es enteramente tuya. ¡Tómala!
Durante la Misa, ¡reía de alegría! Al final, el animador del grupo
propuso que algunos avanzaran para recibir la efusión del Espíritu
Santo. Un pequeño grupito imponía las manos y oraba por cada uno en
particular. No podía dejar de repetirle a Jesús que mi vida era
suya y, bajo las manos bendecidoras de estos maravillosos hermanos, abrí
mi corazón al Espíritu Santo. Me tocó entonces en un punto neurálgico,
el de mi ceguera espiritual, y recibí una luz penetrante, clara como el
cristal: la voluntad de Dios es vida, mi propia voluntad puede generar
la muerte. ¡Era clarísimo, irrebatible!
Si anteriormente desconfiaba de la voluntad de Dios y me mantenía a
distancia como si se tratara de una avalancha de desgracias, en ese
momento era todo lo opuesto, la amaba, la buscaba con todo mi ser
¡porque era vida! Esa noche se apoderó de mí un temor, el temor de no
hacer la voluntad de Dios. El Espíritu Santo me había hecho acceder a
sus tesoros, a sus siete dones, en particular al denominado “temor de
Dios”. ¡Temor de disgustar a quien uno ama!
Esa noche, dormí como bebé recién nacido sobre el corazón de su
madre, y a partir de la mañana siguiente una vida totalmente nueva
comenzó para mí. ¡Estaba tan feliz que saltaba de alegría en el asiento
de mi ciclomotor aun en pleno París! Jesús se había convertido en mi
mejor amigo, lo consultaba en todo momento, ante la menor decisión a
tomar y él me guiaba.
UNA BUENA LIMPIEZA INTERIOR
Iba a menudo a casa de Andrée T. que ejercía en aquel entonces un
ministerio de liberación y de evangelización en ciertos barrios pobres
de París, especialmente entre las prostitutas. Junto con Paul, su
marido, pertenecía a una asamblea pentecostal muy activa, y a ambos les
gustaba venir a deslizarse en medio de los católicos con el verdadero
propósito de “unidad en Cristo”. Vivían en un hogar muy pobre. Andrée
apenas conseguía moverse en la cocina. Pero para mí, ¡era mi pequeño
rincón del Paraíso! Conocía tan bien su Biblia, que en cada situación
evocaba un versículo: “Cristo ha dicho… , Pablo ha dicho … , Moisés
ha dicho … ” y nos sacaba sus hilachitas de luz a chorro
continuo. Nutría entonces mi alma y mi corazón con ese fuego y yo salía
de allí con tanta alegría como para levantar montañas.
Muy pronto después de mi ´liberación´ ella me explicó -a su
manera- lo que realmente debía haberme ocurrido con ese astrólogo en la
India, pues sus conocimientos me habían sorprendido. ¿Cómo había
podido leer mi vida pasada sobre un viejo libro? ¿Cómo podía haber
tenido el libro de mi vida en su biblioteca?
-Te dejaste engañar por el Enemigo -me dijo Andrée-. Te mintió
todo el tiempo y ¡tú no lo podías comprender porque no conoces bien la
Palabra de Dios! ¡Sin embargo, Dios ha advertido a su pueblo sobre esto!
Entonces me hizo comprender el famoso capítulo 18 del
Deuteronomio sobre los profetas que yo leía por primera vez en mi
vida católica (jamás lo he oído citar en una Iglesia).
-¡Cuántos jóvenes van a ver adivinos, astrólogos y se
vuelven obsesivos, depresivos, suicidas! El libro que tenía era
tan sólo un soporte a su adivinación. Recibía la información
de Satanás y simulaba leer. ¡No me digas que te vas a tragar que un
hindú haya escrito tu vida en sánscrito hace más de 1.000 años! Pero
Satanás conoce tu pasado, él también es un ángel (caído). No conoce tu
futuro, pero es inteligente y puede suponer algunas cosas en función de
tu pasado y de tu presente. Lo que te dijo es mentira. Su palabra es una
palabra de muerte que conduce a la muerte. Su plan consistía en
matarte por dentro… Alaba el santo nombre de Jesús y ponte
bajo su preciosa sangre. El Enemigo huirá.
Con
Andrée, mis descubrimientos sobre el poder de Cristo y sobre la
demonología eran en cierta manera empíricos. Leía el Evangelio y la vida
de los santos de una manera completamente nueva, pues ahora podía tocar
y reconocer estas realidades en mi vida cotidiana. Jesús era ahora
alguien vivo!
Desde el día siguiente de mi liberación, hablé con Andrée y Paul
sobre mi hermano Bruno quien, también él, sufría angustias mortales como
consecuencia de muchas tonterías y extravíos de parte suya…
Fuimos alcanzados por la misericordia. Habiendo gustado del fruto
amargo de las tinieblas, habiendo maldecido el día de nuestro nacimiento
y rozado la muerte de cerca, hoy damos gracias a aquel que, derramando
su Sangre en la Cruz nos hizo pasar de la muerte a la vida.
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Y Sor Emmanuel sigue recorriendo el mundo para hablar de Dios y de la
Virgen. Ella es un milagro viviente, ya que encontró la Vida, cuando
pensaba que ya no valía la pena seguir viviendo. La seguiremos teniendo
en cuenta.
Autor: Juan García Inza
Fuente: www.religionenlibertad.com
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