domingo, 11 de marzo de 2012

SENTIDO DEL SUFRIMIENTO Y DE LA VIDA

Jelena, estás desde hace algún tiempo ausente de las páginas del Eco. ¿Qué caracteriza hoy tu vida, quien eres tú hoy en día? 
Estamos esperando nuestro tercer hijo, pero el embarazo no va según nuestras previsiones y se me ha pedido hacer reposo absoluto. Pero es un periodo en el que, mientras experimento todos los límites del cuerpo, veo que, en estas condiciones de inmovilidad, el espíritu se puede engrandecer siempre más. Vivo pues este momento también, como de gracia, porque el amor tiene dos lados: uno, que es la alegría y el impulso de dar, y el otro, que es la cruz que conlleva esta donación. Pero cuando la cruz es vivida, la alegría es aún más profunda. De esta manera todo acaba arreglándose. ¡Parece que la vida tenga que ir siempre bien para ser verdadera, tal como la imaginamos!
Comprendo cada vez más, en cambio, que el sufrimiento es la verdadera vida. Puedo decir, pues, que en este momento estoy viviendo esta “verdadera vida”.

¿Quieres decir que la cruz es una especie de morada estable? 
La cruz es inevitable, pero cuando es vivida como un elemento constituyente del amor, entonces no sólo adquiere mucho sentido sino que se torna más soportable, diría casi inexistente; por lo menos la carga negativa que habitualmente advertimos se atenúa considerablemente .
Mi sufrimiento actual no comporta grandes dolores; más que nada experimento la incapacidad de “producir” según la mentalidad de la sociedad moderna, para la que ser equivale a hacer. Nadie te pregunta quién eres… ¡Tú me has preguntado quién eres! La maternidad más que hacer es ser, y, en este momento, yo vivo este modo de ser. María nos ofrece su ejemplo. En toda su vida ella estuvo sobre todo en oración, en escucha, a disposición de Cristo y, si bienobraba con Él, la obra que quedaba era la de su Hijo. El sufrimiento nos pone en esta verdadera visión de la vida, en la cual realmente somos dependientes de Él, donde Él es quien obra y dispone.

¿Cuál es entonces la actitud correcta ante el sufrimiento? 
Existen tres posibles actitudes. La primera es cuando la persona, sintiéndose aplastada por el sufrimiento, trata de resistir y luchar. En este caso la persona se vuelve agresiva, diría que insoportable para el entorno, porque trata a toda costa de controlar su vida.
La otra opción es la de sentirse completamente aplastados y volverse pasivos. Sucede entonces que se pierde cualquier sentido de cooperación y se cae en depresión.
La tercera opción, en cambio, la veo como una especie de “baile”, donde la persona debe necesariamente colaborar. En este baile te sientes llevado por la energía de Dios: no eres tú la fuente de energía porque es Él quien te guía, pero en cambio no eres pasivo, no eres una marioneta que Dios arrastra a la fuerza, sino que se da una interacción. Creo que el sufrimiento debe ser vivido así, como un intercambio de baile con el Espíritu Santo: Él te inspira, te muestra los pasos, pero tú siguiéndolos expresas un acto de voluntad. Vemos así que el sufrimiento no debe nunca ser vivido como una destrucción, o una derrota. No debemos ni resignarnos ni imponer a toda costa a la vida una voluntad nuestra, porque estaríamos luchando contra Dios mismo.
En muchos mensajes María hace referencia al sufrimiento vivido como ofrenda a Dios. Pero el hombre tiene miedo del sufrimiento. En una sociedad que nos enseña a evitarlo, o a anestesiarlo, las palabras de María son como un “antídoto”, como una medicina.

¿Puedes asociar lo que acabas de decirnos con lo que Ella nos ha enseñado en este tiempo? 
Hace poco he leído un libro de Benedicto XVI: María iglesia naciente. Todavía tengo muy presentes algunas reflexiones que utilizaré para expresar lo que quiero decir. Tengo la impresión de que deberíamos darnos cuenta de que, sin María, la Iglesia no es más que una simple organización de personas, de pueblos que intentan hacer funcionar un proyecto. María nos da a entender lo que la Iglesia es en verdad: la Iglesia esposa, la Iglesia que escucha, la Iglesia que de algún modo se “somete”, aunque este término hoy en día no guste mucho. En definitiva, una Iglesia consciente de ser novia de Cristo, no una Iglesia autónoma que se dedique a “sus asuntos”. Por esto María en Medjugorje nos pide sobretodo aprender del Esposo, dejarnos conducir por El, al igual que ella lo hizo.

En esta perspectiva María pasa a ser figura central en la vida de la Iglesia. 
Sí, y sin María corremos riesgos, porque nuestra espiritualidad de algún modo se reduce casi a un activismo. Sólo ella nos puede enseñar a rezar. Nos encontramos hoy día en un momento de crisis para la oración, está en crisis la escucha interior de Dios. Y por tanto es justo que Ella nos lo venga de nuevo a enseñar. ¡Sin María no podemos ser lo que debemos ser!. Entonces, más que hacer prácticas (de oración), por muy necesarias que éstas sean, tal vez debamos aprender algo del ser de María. Ella es un signo de cómo cada uno de nosotros debe ser ante Dios. Pienso que sufrimos una gran injusticia cuando se nos quita a María. Tenemos necesidad de ella.

Muchas personas justifican con la falta de tiempo y de espacio en su jornada la imposibilidad de rezar. María viene a pedirnos, según lo que afirmas, que seamos “contemplativos” en el mundo. ¿Cómo se consigue eso? 
Una vez más hago referencia al libro del Papa, donde se habla de la dimensión de la maternidad sin la cual el mundo no puede avanzar. El problema es que la función de la maternidad esta casi completamente desfigurada en el mundo, porque las responsabilidades que siempre fueron de la madre, ahora ya no lo son. Esto se da porque hay una visión machista de la sociedad que induce a creer que si la mujer no “produce”, no tiene valor. Pero nadie piensa que algunos aspectos de la feminidad son fundamentales para el crecimiento colectivo, como dice el Santo Padre en el libro: hay cosas que deben solamente crecer y hay alguien que debe velar por ese crecimiento.

Entonces la función de la mujer en la Iglesia es fundamental como capacidad de hacer crecer las cosas, además de generarlas. 
No creo que las mujeres deban asumir las funciones de los hombres, tal vez sean los hombres que deban aprender lo que es la mujer, porque ante Dios el alma es casi femenina. No entro en discursos filosóficos, porque no sería capaz de ello, pero veo que el alma ante Dios es receptiva y disponible, o sea acogedora. La mujer, por tanto, no debe echarse atrás o sentirse inútil en la sociedad, sino que debe ser profundamente ella misma y solo así podrá salvar al mundo.
Lo afirma Benedicto XVI en su libro: si convertimos todo en activismo, las cosas que deben sólo crecer, como por ejemplo una vida en el seno, o una flor, ya no podrían existir, porque son asfixiadas por el hacer. Si no hay maternidad, si no está María, no hay oración. Y si no hay oración se pierde el tiempo. Por esto, para muchos la maternidad no es atractiva, porque nos parece una pérdida de tiempo pararse a dialogar con el hijo.

¿Tiene entonces la Iglesia necesidad de personas dispuestas “a perder tiempo”? 
Quien tiene prisa no puede tener una vida espiritual fecunda. Al igual que una madre, si vive “deprisa” la relación con los hijos, no puede vivir su maternidad. Nuestros hijos tienen mucha más necesidad de la unión de los padres que del pan. Nosotros hoy nos preocupamos de casas, de cosas, y éste es un aspecto muy loable de la vida; pero hay toda una vida interior que queda prácticamente ignorada.
Este mundo me parece como una película muda: acontecen eventos que vemos, pero no divisamos el verdadero sentido de las cosas porque no escuchamos la voz de Dios en nosotros. Vivimos mal la vida porque no nos damos cuenta de que las relaciones humanas, al ser espejo de las relaciones con Dios, es lo más importante en esta tierra.

¿Por qué, según tú, se crean conflictos en las relaciones? 
Porque cultivamos proyectos nuestros, que a veces, son también obsesiones. Porque debemos llegar a un objetivo a la fuerza, sin escuchar ni al Espíritu Santo ni a los demás. Debemos ser en realidad una armonía con Dios y con nuestros hermanos que nos rodean: ¡no puede ser todo como nosotros queremos! Yo diría entonces que deberíamos preferir al prójimo antes que a nosotros mismos. Sé que es tarea difícil, pero cuando tratamos así a los demás, los demás harán lo mismo con nosotros. Por tanto casi nos “conviene”. Nosotros estamos excesivamente preocupados por nuestros bienes, por nuestros derechos, pero sólo el bien conquista el corazón de los demás. Y en la medida en que seamos sus aliados, tanto más crecerá este bien también dentro de nosotros.

María nos ha preparado en estos años y desea que hoy sus hijos estén preparados. La rutina hace que se pueda debilitar ese fervor inicial. ¿Qué dirías a quien ha “respondido a su llamada”?
Yo diría que seguramente la oración debe ensanchar el corazón, ese corazón que a menudo tiende a cerrarse. Falta el amor, falta el vino, como en Caná. Poco a poco, nos cansamos en el camino. Debemos fiarnos de la Virgen que nos ha dicho la verdad y no debemos dudar, o sea, no debemos perder la fe.
A menudo veo que las personas se sienten aisladas, como si decidirse por Dios signifique apartarse. En cambio quien se decide por Dios entra en el corazón del mundo. El mundo desea a Dios, pero es como un hijo inmaduro que no es capaz de oír la voz de su padre.

Desde hace ya muchos años vives en Roma. ¿Cómo es tu relación hoy con Medjugorje? 
Para mí Medjugorje no es un lugar sino un estado. Antes hablaba de una película muda, en cambio Medjugorje me parece una película con un sonido muy profundo, donde hay una gran conciencia sobre la vida y donde uno se da cuenta del destino. Aquí veo que no existe conciencia, no sabemos a dónde vamos. Caminamos sin saber a dónde. Medjugorje encarna esta conciencia de tener a Dios entre nosotros, donde es normal sentir que Dios está de verdad con nosotros, en cualquier dimensión humana, hasta la más simple, a pesar de todas las limitaciones que allí existen. He notado que en Medjugorje el amor queda para siempre, aunque las personas no siempre hablan bien unas de otras, en el fondo hay ese amor que es compromiso. ¡En cambio aquí me parece que hay siempre una falta total de compromiso en todo!

¿Cuál es tu misión? 
No la veo como una profesión, seguro que no. Tampoco una actividad que pueda desempeñar. Probablemente, ante todo, vivir verdaderamente la encarnación en cada aspecto de mi vida y ser en cierto modo como un puente. No quisiera que parezca demasiado vanidoso, pero últimamente pienso que cada uno de nosotros debiera ser como María, porque ella en sí misma refleja la obra de Dios, para que el mundo pueda creer en esta Presencia. Quisiera, en pocas palabras, tratar de actualizar la vida cristiana. Y por tanto llevar una vida ordinaria pero al mismo tiempo también extraordinaria, es decir, tomar esas decisiones que parecen escandalosas para el mundo de hoy.

¿Me dices unas palabras para la Iglesia de hoy? 
Vivo muy intensamente el sentido de la universalidad de la Iglesia; pienso que tenemos una gran familia y no podemos encerrarnos en nuestra pequeña familia. Aun siendo madre de varios hijos, veo que ellos tienen mi mismo destino, el de participar de esta gran familia. Luego la palabra que me pides es: ¡Amor!



(entrevistada por Stefania Consoli .)

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