miércoles, 21 de diciembre de 2011

ADVIENTO: Tiempo de preparación y reflexión.

Debemos continuar preparando nuestros corazones para la esperada llegada de Cristo.  Hoy lo vamos a hacer con un mensaje que nos dio nuestra Madre en Medjugorje en el tiempo de Adviento del año 2005. Es el siguiente:


"Queridos hijos: Permitan que, en este tiempo santo, el amor y la gracia de mi Hijo descienda sobre ustedes. Sólo los corazones puros y misericordiosos, colmados de la oración, pueden experimentar el amor de mi Hijo. Oren por aquellos que no tienen la gracia de experimentar el amor de mi Hijo. Hijos míos: ¡Ayúdenme! ¡Gracias!

Ahora, mientras nos preparamos para la Navidad, recordemos este URGENTE mensaje. La Virgen dijo este dos de diciembre:  "Queridos hijos: Permitan que, en este tiempo santo, el amor y la gracia de mi Hijo descienda sobre ustedes”. Comencemos por recordar la unidad de los dos tiempos litúrgicos del Adviento y de la Navidad. La Virgen en su mensaje hace referencia a ambos. El tiempo santo no es solamente la Navidad, sino también el Adviento. Tiempo santo, porque, por medio de ellos, el Espíritu Santo nos da la gracia de responder a la invitación que Iglesia nos hace para acoger el misterio de la encarnación y del nacimiento de Jesús como se debe: con la conversión, la oración y el sacrificio. La Virgen quiere que desde ahora, es decir, desde este Adviento, "el amor y la gracia” de Su Hijo descienda sobre quienes siguen de cerca sus mensajes y sobre todos los hombres de buena voluntad. Adviento y Navidad son tiempos de conversión. No de regalos, fiestas, etc. sino de acercamiento decisivo a Jesucristo que vino al mundo por nosotros. 

Entonces, podemos preguntarnos:  
¿Qué podemos hacer para que "el amor y la gracia” de Cristo descienda sobre nosotros y "quienes no experimentan el amor de Dios”?


La "Gospa responde: a través de la pureza del corazón y la misericordia. Y esto no siempre es fácil, porque hay mucha gente, que no ve la relación entre fe y pureza del corazón. Y cuando hablamos del corazón puro hablamos de un gran conjunto de virtudes que, esencialmente, se pueden resumir en dos: castidad y honestidad. El corazón que se deja corromper por la lascivia, lujuria, erotismo, etc. tendrá serias dificultades, según María, para experimentar el inmenso amor de Dios. ¿Y porqué? Por que Dios es santo, y la castidad y honestidad son virtudes inherentes a su estado de santidad.

Es significativo que mientras nos preparamos para la solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen, Ella nos hable de la importancia de la pureza del corazón para experimentar el amor de Dios. Probablemente, ello se deba al grado de fe y de amor que Ella experimentó en la tierra a razón de su privilegio de su Inmaculada Concepción. Todos sabemos que María ha sido el ser humano, después de Cristo, que ha vivido en mayor grado la virtud de la pureza. Pero pocos reflexionan que, precisamente, por esta virtud, ha sido quien ha experimentado en mayor escala el inmenso amor de Dios. Es decir: cuanto más puro es un corazón, y más misericordia practica, mayor es la gracia del amor de Dios en Él. Ahora bien, María nació con el privilegio de haber sido concebida sin la mancha del pecado original, y con esa gracia, cultivó la pureza del corazón. Nosotros, a diferencia de María, hemos sido concebidos con el pecado original, pero recibimos los méritos de la Pasión, muerte y resurrección de Jesús, en el bautismo. Y con esa gracia también podemos cultivar la virtud de la pureza.La Madre se da cuenta que unos de los peligros más grandes para la fe, es, precisamente, la dictadura del erotismo que estamos viviendo a través de los mass media y la conducta desviada de tantas almas. Recordemos que Dios es suma pureza o la pureza misma. Nadie tan puro y santo como Él. Y es lógico que los corazones puros son los que puedan experimentar con mayor la intensidad su amor. Recordemos que Jesús mencionó al inicio de su ministerio: "¡Bienaventurados los puros de corazón por que ellos verán a Dios” Mt 5:8. Y los corazones puros por antonomasia son el Corazón de Jesús y el Corazón de María.

En el mensaje la Virgen dice también: "Sólo los corazones puros y misericordiosos, colmados de la oración, pueden experimentar el amor de mi Hijo”. Es importante destacar, evidentemente, que no basta la pureza del corazón y de la misericordia para experimentar el amor de Dios. La Virgen especifica que, además, hay que colmarlo de la oración. Y resulta evidente, porque sin la oración, por muy puro o misericordioso que sea un corazón, tampoco experimentará el amor de Dios. Porque pueden existir personas estoicas, acomplejadas, tímidas, etc. que a fuerza de traumas y complejos reprimen su sexualidad y afectos viviendo una aparente "pureza” y "misericordia” que no sería virtud sino enfermedad; disfrazada de pureza y bondad. Por eso la Madre agrega que es necesario, además, para experimentar el amor de Dios: tener el corazón colmado de oración. Entonces quien más ora, más experimenta el amor de Dios y quien menos lo hace, más agnóstico será.


La última parte del mensaje, a mi modo de ver es la más importante y, seguramente, la razón por la que lo dio: "Oren por aquellos que no tienen la gracia de experimentar el amor de mi Hijo. Hijos míos: ¡Ayúdenme! ¡Gracias!”. La tarea, es doble: por una parte buscar más nosotros la pureza y la misericordia acompañadas de la oración incesante, y por otra: interceder por los indiferentes de Dios; los cuales, por desgracia, son legión. La Virgen nos ha pedido innumerables veces que doblemos rodillas por los indiferentes, entre ellos, ateos, agnósticos, no practicantes, etc. La Virgen los llama a todos: "quienes no experimentan el amor de Su Hijo”. Ese amor hay que entenderlo en dos dimensiones: el amor que Cristo demostró entregando su vida en la cruz por los pecados de todos y el amor que aun Jesús tiene por todos los hombres en el paraíso.

Hoy son legión, por desgracia los que le dan la espalda a ese amor inconmensurable. Pero la Virgen sabe que ese hielo de la indiferencia se puede derretir con la oración continua. Ella no se da por vencida frente a la creciente indiferencia de Dios causada por las sociedades secularizadas, laicistas, y descristianizadas que pululan. María sabe que tenemos un recurso poderoso para transformar los corazones más arrogantes y orgullosos: la oración. Ella quiere que la ayudemos orando por los soberbios de Dios que dejan las iglesias vacías. Ayudar a María es tomar enserio el apostolado de la oración de intercesión. Para la Madre, el más urgente.


REFLEXIÓN DEL P. FRANCISCO Á. VERAR HERNÁNDEZ
Fuente:http://www.vamosamedjugorje.com.ar

No hay comentarios:

Publicar un comentario