«En Medjugorje comprendí que había sido llamada para ayudar al mundo»
Sor Emmanuel Maillard (París 1947) se graduó en Bellas Artes en la
Universidad de la Sorbona, y en 1976 se unió a la Comunidad de las
Bienaventuranzas, dejando a un lado una vida que la llevó al borde del
suicidio. Estuvo en Oviedo para hablar de su experiencia en
Medjugorje (Bosnia-Herzegovina), a donde peregrinan muchos ovetenses, en
la Iglesia de San Juan.
-Sus charlas siempre empiezan con unas preguntas: ¿quieren ir al
cielo? ¿son santos? ¿quieren ser santos? ¿qué respuestas le dan?
Todos quieren ir al cielo y casi todos quieren ser santos, pero
todos dicen: no soy santo. Éstas personas tienen la idea de que los
santos son algo aparte, muy especiales, y que ellos, pobrecitos, cómo lo
van a ser. Es un grave error. La Virgen lo dice siempre y además está
muy claro escrito en la Biblia: todos estamos llamados a la santidad.
-¿Ser santo también da pereza en estos tiempos de hedonismo?
Pero lo cierto es que todos tenemos un único futuro, que es el de la
santidad. En la tierra siguiendo el Evangelio, o después en el cielo
tras unos años de purgatorio, cosa que convendría evitar. También existe
la posibilidad de rechazar a Dios y a su mandamientos, pero eso es
elegir ir al infierno.
-En un mundo tan materialista, del que usted formaba parte de joven, su tarea no parece fácil.
Los jóvenes están muy infectados por el materialismo que les ocupa,
pero también saben que no les da la auténtica felicidad. Esto hace que
tengan sed de una perspectiva más amplia de lo que les ofrece el mundo.
Gracias a esto es más fácil que los jóvenes alcancen la fe que los de
más edad.
-Usted era una chica bonita, de una familia parisina acomodada y que
además había estudiado Bellas Artes en la Sorbona. Lo tenía todo; pero
un día puso fecha para su suicidio.
Mi familia era católica y yo había recibido una esmerada educación,
pero la mayoría de mis amigos, de la gente con la que me relacionaba,
eran ateos. Como buscaba algo más caí en la trampa del espiritismo y la
astrología, peligros de los que no me habían avisado en la Iglesia
Católica. Como no había había leído la Biblia estaba en la ceguera.
-Pero en el último momento vió la luz. ¿Cómo fue?
Una de mis hermanas me introdujo en un grupo católico en el que se
oraba y en el que una persona profetizó que alguien de los que estábamos
reunidos caminaba hacia la muerte. Era yo, que quería suicidarme.
-Y desde entonces no paró en su apostolado.
Ese mismo día Jesús me fue a buscar en el agujero de muerte en el
que me encontraba. Ahí me devolvió la vida, y entonces me dediqué
plenamente a Dios.
-¿Por qué eligió la Comunidad de las Bienaventuranzas?
Cuando ocurrió todo esto en París yo tenía veinticinco años, y tres años después fue cuando el Señor me llamó a esta orden.
-Después de vivir siete años en Tierra Santa hace un viaje con
miembros de su comunidad a Medjugorje. Su vida dió otro vuelco. ¿Qué
encontró allí?
-Ahí entendí que la Virgen me llamaba para su proyecto de conversión,
y que me necesitaba para ayudar al mundo. Yo le dije: aquí estoy.
-¿Con qué mensaje llega a Oviedo?
El de poner a Jesús en el centro de nuestra vida, no a los bienes
materiales, y con la frase que dice la Virgen: muchos jóvenes buscan la
felicidad allí donde se pierden.
Fuente: La Nueva España
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