En el último día de la novena pedimos por aquello que la Gospa nos pide continuamente que oremos, ¡por sus intenciones! Porque... ¿quién mejor que una madre sabe lo que necesitan sus hijos? Esta es la mejor oración que podemos hacer, pedir por lo que Ella tenga en mente, por sus intenciones, ¡por sus designios para Medjugorje, por sus designios para cada uno de nosotros! ¡Por sus anhelos! ¡¡Para que se haga realidad todo lo que Ella desea y tiene en su corazón!! Además en este último día de la novena también damos ¡¡GRACIAS a DIOS por permitir que María esté con nosotros en Medjugorje durante tantísimos años, porque Ella nos llena de gracias y nos guía por el camino correcto!! ¡¡GRACIAS MADRE!!
Empezamos con las Oraciones iniciales y el rezo del Santo rosario. A continuación meditamos el siguiente texto y acabamos con la oración final.
En ese tiempo, Jesús dijo: Padre, quiero que donde yo esté, estén también conmigo los que me has dado, para que contemplen mi gloria, la que me diste, porque me has amado desde antes de la creación del mundo. Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo sí te conozco y éstos han conocido que Tú me enviaste. Yo les he dado a conocer tu nombre y se los seguiré dando a conocer, para que el amor con que me amas esté en ellos y yo también en ellos. (Juan 17,24-26)
¡Queridos hijos! Hoy les doy las gracias y deseo invitarlos a la paz de Dios. Yo deseo que cada uno de ustedes experimente en su corazón esa paz que sólo Dios da. Hoy quiero bendecirlos a todos; los bendigo con la bendición del Señor. Les suplico, queridos hijos, que sigan y que vivan mi camino. Yo los amo, queridos hijos, y por eso los llamo -no sé ya cuántas veces- y les agradezco todo aquello que ustedes están haciendo por mis intenciones. Les suplico que me ayuden, para que Yo pueda ofrecerlos al Señor para que El los salve y los guíe por el camino de la salvación. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado! (Mensaje, Junio 25 de 1987)
La oración de María se nos revela en la aurora de la plenitud de los tiempos. Antes de la encarnación del Hijo de Dios y antes de la efusión del Espíritu Santo, su oración coopera de manera única con el designio amoroso del Padre: en la anunciación, para la concepción de Cristo (cf. Lc 1,38); en Pentecostés para la formación de la Iglesia, Cuerpo de Cristo (cf. Hch 1,14). En la fe de su humilde esclava, el don de Dios encuentra la acogida que esperaba desde el comienzo de los tiempos. La que el Omnipotente ha hecho llena de gracia responde con la ofrenda de todo su ser: He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. Fiat ésta es la oración cristiana: ser todo de El, ya que El es todo nuestro. (CCC: 2617)
ORACIÓN FINAL:
Te damos gracias, oh Padre, por el don de oración que nos permite tocar Tu corazón; oración en la que Tú te entregas enteramente a nosotros y con la cual nos enseñas a entregarnos enteramente a Ti. Hoy oramos por todas las intenciones de la Reina de la Paz y por todo lo que es necesario para que el mundo entero, por medio de María, pueda entrar en Tu gloria, la gloria de la Santísima Trinidad. Amén.
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