Queridos hijos de Medjugorje, ¡alabados sean Jesús y María!
1 - El 2 de diciembre, Mirjana recibió la aparición
mensual de la Virgen en la Cruz Azul, rodeada de una reducida cantidad
de peregrinos debido a la estación invernal. Después de la misma, nos
transmitió el siguiente mensaje:
“Queridos hijos, estoy con ustedes como Madre, para ayudarles a
que con mi amor, oración y ejemplo se vuelvan semilla de lo que ha de venir. Una semilla que se desarrollará en un fuerte
árbol y extenderá sus ramas por todo el mundo. Para volverse semilla de
lo que vendrá, semilla del amor, oren al Padre para que les perdone las
omisiones que hasta ahora han tenido. Hijos míos, solamente un corazón
puro, no sobrecargado por el pecado, puede abrirse y sólo ojos sinceros
pueden ver el camino por donde deseo conducirlos. Cuando comprendan
esto, comprenderán el amor de Dios y ese amor les será dado. Entonces
ustedes lo darán como semilla de amor a los demás. Les agradezco.”
2 – Esta foto sorprenderá a algunos. Esta imagen del
Niño Jesús posee una historia poco banal. Un franciscano de Cava dei
Tirreni (cerca de Salerno) va a Israel en octubre de 2010, encuentra
esta imagen y la compra de inmediato.
Una vez de regreso en Italia, deja el paquete en una habitación del
convento y se acuesta. Al día siguiente, una voz muy suave lo despierta:
“¡Ábreme, me ahogo!”. Se turba, pensando que es la voz de su difunta
madre. Después abre el paquete que había traído de Israel. ¡Y hete aquí
que la imagen había llorado lágrimas de sangre! Llama a su obispo, que
aquel día estaba justamente en el convento. También él constata las
lágrimas bien frescas que surcan el rostro de Jesús.
De inmediato se convocan a las autoridades, expertos, etc.… Se
efectúan minuciosos análisis que comprueban la autenticidad del hecho.
No hay truco alguno. Se trata de verdadera sangre humana, con las mismas
características que la del Santo Sudario de Turín. Un año más tarde, el
24 de octubre de 2011, la imagen es expuesta para la veneración de los
fieles.
Se aproxima la Navidad y ya hemos preparado el pesebre. El Niño Jesús
será colocado allí y nos reuniremos en familia para venerarlo, adorarlo
y maravillarnos por su venida entre nosotros. ¡Sin embargo, hace un
año, este Niño lloraba lágrimas de sangre! ¿Por qué se ahogaba en su
caja? Dijo: “Lo que hagan al más pequeño de los míos, a mí me lo hacen”.
¿Qué hemos hecho? o ¿qué hemos omitido?
Hemos hermoseado la historia de Navidad, engalanamos el pesebre con
guirnaldas, lo iluminamos con luces de colores (no había luz allí), lo
hemos convertido todo en algo muy agradable de contemplar. Pero podemos
cuestionarnos: “Niño Jesús, tú, si nos hablaras hoy, ¿qué nos dirías?
¿por qué lloras? ¿qué nueva angustia mortal te hace derramar lágrimas de
sangre? ¿en qué nuevo Getsemaní está sumergido tu adorable corazoncito
que no es más que amor?
Cada uno imaginará su respuesta. Pero estas lágrimas no deben
escapársenos, ¡nos sacuden! Sí, ¿qué hemos omitido? ¡Más que nunca
tenemos ocasión para enjugar el rostro de este Niño! Todos podemos
secarle al menos una de sus lágrimas de sangre. Y esto simplemente por
una oración hecha con el corazón, por un ayuno ofrecido por una madre
que piensa abortar a su bebé, por una visita a un vecino afligido por la
soledad, por una ofrenda discreta a una madre de familia que pasa
necesidad… El Niño Jesús es tan humilde que lo acepta todo, ¡hasta el
más mínimo gesto de afecto! El 25 de diciembre, ¿no es por cierto SU
aniversario? ¿No tiene acaso derecho a ocupar el primer lugar en
nuestras celebraciones y a que los regalos más hermosos que rodeen
nuestro árbol de Navidad sean los suyos?
Niñito Jesús, por tu inocencia, ¡ven a sanar nuestros corazones que
asfixiados por las vanas preocupaciones del mundo! No queremos dejarte
gimiendo encerrado en tu caja mientras nos pavoneamos lejos de ti. Todo
lo contrario, ¡te abrimos nuestras puertas de par en par! Queremos que
estés con nosotros en todo tiempo y lugar, queremos llevarte en nuestro
corazón herido como el Niño de la casa del cual estamos orgullosos.
Porque “eres el más bello de los hijos de los hombres y en tus labios se
derrama la gracia” (Sal 44,3). No tengas miedo, Niño Jesús, no te
haremos ningún daño, quédate con nosotros, ¡sin ti estamos acabados! ¡Tú
eres nuestra alegría y nuestra gloria!
3 – ¡Hay santos que los están aguardando! ¡No
olviden sacar el nombre de un santo en Navidad o Año Nuevo, para tenerlo
de compañero de ruta para el 2012! Por ejemplo: Si a alguien le toca san Vicente de Paul (fiesta 27 de septiembre), recibirá una palabra para ser vivida durante el año: “El
Señor siempre pone manos a la obra cuando Él aparta todos los medios
humanos y nos ordena hacer algo que supera nuestras fuerzas”. Y también una misión: “Ora por quienes se desaniman ante los obstáculos” (Ver PS 1)
4 – Algunas noticias locales.
El padre Jozo Zovko y por lo menos 4 videntes ya han ido a Roma para
ser “examinados” por la Comisión y han regresado muy contentos.
La vidente del corazón Jelena Vasilj se está reponiendo poco a poco
de una trombosis y su vida ya no está más en riesgo. Oremos por su
pronta recuperación.
El padre Jozo se encuentra ahora en el convento de Zagreb, con el
padre Ljubo al que muchos peregrinos han conocido en Medjugorje.
Vicka ha vuelto a dar su testimonio a los peregrinos, aunque no ya en
la casita azul sino en lo de Sor Kornelia, y sólo en forma intermitente
porque su salud es todavía frágil.
5 – Una Familia en nuestra ruta. Recientemente Sor
Briege McKenna ha alegrado nuestra casa con su presencia. Esta hermana,
junto con el padre Kevin Scallon, recorre el mundo entero para hacer
amar a Jesús Eucaristía y practicar su don de sanación. El padre Kevin,
también él, tiene testimonios para compartir:
Una Nochebuena, iba a la casa de su sobrino para celebrar la Navidad y
el motor de su auto se detuvo en plena ruta, a las 9 de la noche. Era
imposible darle nuevamente arranque y todavía le quedaba una hora de
camino para llegar.
Aquella noche no había cruzado ni un auto ni un alma desde que se
había alejado de Dublín. A la luz de la luna, distinguió una casita
justo frente al lugar donde estaba detenido. Una luz brillaba en la
ventana. Decidió pedirle a esa gente si le permitían llamar por teléfono
a su sobrino. Abrió el pequeño portón blanco, siguió el sendero y
golpeó a la puerta, porque no había timbre. Al cabo de cierto tiempo, un
hombre de aspecto bastante joven abrió la puerta y lo acogió
calurosamente. Observando la casa, el sacerdote vio una joven mujer con
un bebé en los brazos. Ella tenía la cabeza del bebé contra su mejilla y
le sonrió al padre Kevin que le preguntaba a su marido si podía usar el
teléfono. Este le respondió: “No tenemos teléfono, pero si usted vuelve
caminando hasta el pueblo, encontrará allí un vendedor de bicicletas
que lo dejará llamar por teléfono. Le va a ser fácil dar con su casa,
está a la derecha del supermercado”. El sacerdote agradeció a la pareja y
les deseó una feliz Navidad. “¿Puedo dejar el auto delante de su casa?,
le preguntó al hombre. “Por supuesto, cuidaré de él”, le respondió.
Y el padre regresó a pié hasta el pueblo en una bella noche, al claro
de luna. Llegó hasta la bicicletería. Mientras iba de camino no dejaba
de pensar en su encuentro con esta pareja y su bebé, especialmente en el
extraño olor de la casa. No era un olor de Irlanda. ¿Por qué le
recordaría su reciente viaje a Tierra Santa? ¿Y por qué la casa sólo
estaba iluminada con velas?
El bicicletero le abrió la puerta y prestó oído al sacerdote que le
expuso su problema. Le permitió llamar por teléfono a su sobrino, y
mientras esperaba, su mujer le ofreció un té y un trozo de arrollado
navideño que aceptó con placer. Ella habló del tiempo, de lo tranquila
que era la Navidad aquel año, etc. El sobrino llegó en menos de una hora
y se despidieron del matrimonio. Se detuvieron ante el coche
descompuesto y vieron que faltaba la correa del ventilador. Lo dejaron
allí por la noche y partieron. Al día siguiente, volvieron a buscar el
auto acompañados de un mecánico del lugar. Una vez terminada la
reparación, el sacerdote quiso saludar a la joven familia de enfrente y
se dirigió hacia el portoncito blanco de madera. Pero no pudo
encontrarlo… Allí sólo había un cerco, y más lejos, campo hasta el
horizonte, ni una sola casa. Durante el viaje de regreso, el sobrino
habló sin parar. El padre Kevin, por su parte, callaba. Era la Fiesta de
la Sagrada Familia.
Querida Gospa, ¡que esta Navidad sea la Navidad más
hermosa de nuestra vida! Para ello, ¡entra en nuestras casas, en
nuestras habitaciones, en nuestros corazones! Ven y deposita allí el
tesoro más preciado, tu Niño recién nacido, y ¡enséñanos a adorarlo como
lo haces tú!
Sor Emmanuel
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